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Por lo poco que voy aprendiendo, en el Evangelio todo personaje enfermo, tullido, paralítico o endemoniado tienen características comunes, como,  estar solos , apartados de la sociedad y que buscan desesperadamente a Jesús, nuestro Yo Profundo que siempre esta ahí, por lo que enfermamos solo cuando nos salimos de nuestro camino (y eso es lo que verdaderamente significa pecar).

Queda claro que hasta que no llegamos a esa situación no paramos a escucharnos, queda claro que esos personajes representan (como siempre) partes internas y por lo tanto también externas  que excluimos y se acaban cronificando, y queda claro que el comienzo de la solución esta en nosotros. Digo el comienzo porque Jesús siempre envía al sanado de vuelta a la sociedad, porque es con los demás, compartiendo nuestra experiencia, donde vemos que nuestra enfermedad es la misma que la del colectivo.

En este capítulo concreto, lo que ha llevado al protagonista a esa situación son las mascaras, esas identidades que en momentos concretos nos son útiles pero que una vez ya no funcionan las seguimos manteniendo precisamente porque nos dan identidad (tenemos un poco de síndrome de Diógenes interno). Esas identidades falsas que permanecen en nosotros las representan los cerdos que acaban cayendo por el acantilado. En el tarot quién invita a desprenderse de esas máscaras es el Diablo, que se da un aire estético con el endemoniado  y que tiene la suficiente autoridad adulta para permitirse cambiar de mascara sin identificarse definitivamente con ninguna (excepto con la de Diablo que es su esencia).

Y claro, igual que usamos máscaras para nosotros también se las colocamos a los demás; mi hermano siempre es irresponsable, mi madre es siempre muy fría, mi compañero siempre tiene una sonrisa en la cara, mi hijo siempre puede con todo, los políticos nunca nos tienen cuenta… queda claro que los “siempre” y los “nunca” no se corresponden con la Vida, el Endemoniado está así porque en algun momento vital se autocondenó diciendose  nunca mas podre… o siempre voy a acabar sintiendome así haga lo que haga…  Con ejemplos así encasillamos también  nuestro alrededor y esperamos que no se salgan de ese esquema, ya que si lo hacen diferente sentimos miedo (como al final del capítulo cuando ven al verdadero endemoniado ya recuperado). Sentimos miedo porque nos toca replantearnos nuestra realidad, sobre todo cuando por ese cambio tenemos que reincluir a alguien que ya habíamos desterrado y puesto la etiqueta de endemoniado, quitarse la mascara siempre produce malestar, primero en uno mismo y después en nuestro entorno, siendo este el gran impedimento ya que en necesario un gran sacrificio personal para el que se necesita una gran autoridad interna (otra cualidad de la carta del Diablo).

Al final es una cuestión  de darse el permiso de cambiar de máscara cada vez que lo necesitemos (ayudados por nuestro Cristo interno), permitirnos ser de una manera determinada cuando así lo sintamos y de la manera opuesta con la misma facilidad (be water my friend como decía Bruce Lee). Habrá veces que tendremos que ponernos la máscara de egoísta, a veces la de enfadado, alguna la de vulnerable, otras la autosuficiente, en ocasiones nos sorprenderá lo que nos parecemos a nuestros padres y otras nos permitiremos hacer justo lo contrario. Solo con esta flexibilidad y adaptación iremos por nuestro camino. Y ese permiso hay que dárselo como siempre a nuestro niño interno que sigue ahí con nosotros y es quien siente que solo puede pertenecer y ser digno de amor cuando es de determinada manera. Ese niño que cree que si no cumple ciertas expectativas familiares y sociales será excluido, rechazado, no visto. Sigue esperando el permiso de mama o de papa para hacer las cosas a su manera. Un ejercicio sencillo de hacer cada cierto tiempo es el de cerrar los ojos, mirar delante de nosotros a esa parte infantil que aparecerá y decirle desde vuestra parte adulta, “Tranquilo/a, conmigo estas a salvo y puedes ser tu mismo Ahora yo cuido de ti”.

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Bruno Hernanz

Bruno Hernanz

Hace unos años estudie teoría sistémica, junto a Constelaciones Familiares y Biodescodificación utilizando como herramientas el tarot y muñecos, ahora lo aplico para escribir, de vez en cuando, pequeñas reflexiones utilizando como excusa el Evangelio.

3 Comments

  • Tamar dice:

    Encuentro tus escritos a menudo muy interesantes, plenos de significado y desprovistos de complejos. Sobre todo disfruto con tu forma de conciliar las sabidurías canónicas con esotéricas. Demuestras que tanto las parábolas bíblicas como las arcanas encierran un simbolismo vigente en los esquemas mentales actuales, confirmando que son saberes solventes y auténticos. Creo firmemente que la mayoría de los problemas que acarreamos de adultos, vienen de no abrazar a nuestro niño/a interior y comunicarnos con él de la forma en la que exactamente hubiesemos necesitado en un momento determinado. Solo nosotros tenemos la capacidad de enmendarnos, desde esa «autoridad adulta» adquirida, de la cual estuvimos desprovistos en una etapa tan crucial como es la infancia.
    De nuevo, gracias por tus textos y su calidad. Invitan a la reflexión en un momento en el que la rapidez de los medios nos roban la capacidad de deternos profundamente en asuntos tan determinantes como este que tratas.

  • Hola Tamar, muchas gracias la verdad y estoy muy de acuerdo en lo que dices, me voy dando cuenta que en practicamente todos los textos que publico acabo hablando de ese niño/a y como nos relacionamos con él. Un saludo y gracias de nuevo.

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