La escena del bautismo seguro que nos suena familiar a muchos porque hemos pasado por ella aunque seguramente de una manera menos natural. Es de esos capítulos que dan para varios temas pero principalmente aquí veremos 2 movimientos que van unidos, el abajamiento (que habla del orden y las jerarquías) y la comunión (que habla de la igualdad ante el colectivo). A primera vista parecen 2 movimientos contradictorios porque abajarse no parece compatible con la igualdad, aunque aquí hablaremos de movimientos complementarios necesarios, ya que solo cuando reconozco y ocupo mi lugar puedo experimentar que soy igual que el otro.
En el tarot hay 2 arcanos con posturas y utensilios similares que son la Templanza y la Estrella, ambos aparecen en una postura de inclinación hacia adelante (la segunda llega a arrodillarse) y llevan 2 vasijas de las que sale y entra agua, hay un intercambio. Estos arcanos nos invitan a que realicemos un movimiento interno de aceptación de la realidad tal cual haya sucedido, solo mirándolo todo podremos encontrar una solución. Este movimiento inclinatorio es sobre todo ante los destinos y decisiones que hayan tomado todos los miembros de nuestro sistema familiar (y nosotros mismos), para no seguir luchando contra lo que sucedió o nunca llegó a suceder, este movimiento interno es el principio del abajamiento ya que cuando dejamos de luchar, es mas facil mantenernos en nuestro lugar y empezar a ser hijos y solo hijos de nuestros padres, hermanos y solo hermanos, la pareja y solo la pareja etc, sin ocupar otros roles que no nos corresponden.
El tema del abajamiento es un tema difícil de explicar hoy en día ya que enseguida lo asociamos al sometimiento y la resignación, y aquí aparece cuando Jesús se coloca en la fila junto a todos y después se arrodilla ante Juan, su maestro. Jesús se coloca en la fila de los pecadores (principalmente los excluidos), no se diferencia porque sabe que todos compartimos el mismo destino, aunque casi siempre vivamos en esa arrogante fantasía adolescente de creernos diferentes y que no vamos a cometer los mismos errores que los que vinieron. Esto nos lleva a pensar en las veces que emitimos juicios contra los demás porque hacen o no tal cosa, internamente les decimos yo lo hago mejor, yo estoy en lo correcto y tu no o incluso mis problemas si que son importantes y no los tuyos. Así nos salimos del abajamiento para situarnos por encima como dedo acusador. Después, cuando le llega su turno, se arrodilla ante Juan, que es una autoridad espiritual en el lugar y sabe a quién tiene delante. Lo principal aquí es que Jesús no se sale de su lugar, no se coloca por delante de su maestro ni por encima del resto de personas de la fila, no intenta ocupar otro lugar que no sea el suyo en ese momento, el de discípulo, pudiendo así recibir e integrar toda la experiencia del que lleva mas tiempo en esto y solo en nuestro lugar el Amor puede fluir. Juan es el paso intermedio entre la Ley del Antiguo Testamento y la Buena Nueva que trae Jesús, una dinámica que esta ocurriendo continuamente en nuestras vidas, lo caduco tiene que dar lugar a lo que ahora sirve.
Sin arrodillarnos ante nuestra historia (y en especial ante la historia familiar) y sentir que todos estamos en la misma fila con el mismo fin, no podremos realmente avanzar. La parte interna que se resiste a este movimiento es nuestro ya famoso niño interior, que es el que se pone ciegamente al servicio del sistema y mientras nos mantenemos en la lucha mirando hacia atrás nos salimos de nuestro lugar dejando de saber hacia donde va nuestro camino, teniendo un sentimiento interno de no poder ir a nuestra Vida, lo que en terapias sistémicas se llama tener el permiso o bendición y para ello es muy facilitador (aunque no imprescindible) que el maestro, el que estaba antes, el que da, se haga a un lado llegado el momento.
Y esa es precisamente la actitud de Juan ante lo que viene empujándole para hacerse paso, se echa aun lado sin resistencia porque sabe que la Vida solo avanza en una dirección, sabe que su momento ya ha terminado (esto también es abajamiento). Se me viene a la cabeza la escena del maestro Oggway en Kung Fu Panda, que cuando ya no tiene nada más que enseñar se va, deja de ser el protagonista para que lo sea otro, un movimiento imprescindible entre maestros y discípulos que pocas veces se ve entre padres e hijos haciendo que personas adultas no acaben se sentir el permiso a tener su propia vida, atando de manera invisible a ambas partes, los padres no vuelven a priorizarse y ser protagonistas de su propio tiempo ni los hijos tienen permiso de hacerlo con el suyo, obviamente porque los padres (o maestros) como humanos, tienen sus propios temas sin resolver con sus anteriores, de ahí que la solución se la exijan a los hijos. Si no habéis leído aún el libro de Joan Garriga Donde están las monedas os lo recomiendo.
Y recuerdo, cuando realizaba sesiones individuales era un tema recurrente porque nuestro niño interior necesita sentir que tiene el permiso (o bendición) de ir a su propia vida, de hacerlo a su manera, de superar en ciertos aspectos a sus anteriores o de no cumplir expectativas ajenas. Por eso un ejercicio que puedes hacer con ese niño es, con los ojos cerrados, visualizarle delante de ti y entregarle en sus manos ese permiso que necesita (puede ser algún objeto que lo simbolice) y decirle: “Ahora te veo, ahora tienes el permiso para hacerlo a tu manera”, os mezcláis en un amoroso abrazo y por último ver como os alejáis en el horizonte dados de la mano. Por supuesto durante el ejercicio puedes sentir resistencias y emociones incomodas, se trata de repetirlo con el paso del tiempo hasta que el movimiento sea natural y expansivo.
Excelente Bruno, como siempre me dejas reflexionando y con ganas de conversar y comentar, trataré de ser breve , porque esto es un temazo, en fin, creo que el “Bautizo de Jesús” ha sido una muy buena elección para mostrar la importancia de lograr generar relaciones de igualdad, con un trato que sea de horizontalidad, y en donde podamos ver a una sociedad unida. Creo además que Juan muestra a Jesús identificándose con un pueblo que buscaba a Dios y en el momento del bautismo nos muestra a Jesús dándose cuenta de que Él era sin duda el Escogido de Dios al escuchar la voz del cielo y por consiguiente a los ojos de Dios aunque seamos pecadores somos tratados como justos y en igualdad a su Hijo amado, en síntesis es una invitación a romper barreras que nos separen, a eliminar prejuicios y paradigmas, a entender que todos somos iguales y que entre todos debemos apoyarnos, porque juntos siempre vamos a ser y a hacer más. Haré el ejercicio que sugieres. Muchísimas gracias Bruno, felicitaciones, hay muchas cosas que me quedaron en el tintero, pero mi comentario hubiera sido interminable. Valió la pena la espera. Un abrazo!! Paula